martes, 28 de febrero de 2017

SANATORIO DE LA ALFAGUARA


    Esta vez nos adentramos en uno de los sanatorios para tuberculosos más misteriosos y enigmáticos que hay en nuestro país. El sanatorio de la Alfaguara guarda misterio y leyendas, y nosotros os la vamos a contar. Bienvenidos a Granada, bienvenidos a la sierra de la Alfaguara...

Sierra de la Alfaguara, Granada.
    El sanatorio de Alfaguara fue inaugurado en 1923 y por él pasaron innumerables enfermos de tuberculosis, enfermedad mortal en aquellos años. Ingresar en este sanatorio era ingresar en tu lugar destinado para morir, para dar ese paso tan temido pero tan inevitable para el 100% de los seres humanos. Su fundadora fue Berta Wilhelmi, nacida en Alemania en 1858. El hermano de Berta, Luis, falleció por tuberculosis. Para Berta fue un duro golpe, ya que estaba muy unida con su hermano. En ese momento decidió trasladarse a Granada con su padre. Berta siempre tuvo muy presente a su hermano y la enfermedad que le causó la muerte. Es por ellos, que decidió emplear su vida en luchar contra esta enfermedad y con el paso de los años acabó construyendo el sanatorio de la Alfaguara.

Berta Wilhelmi, fundadora del sanatorio de la Alfaguara.

Ruinas del sanatorio de la Alfaguara.
    En la entrada por el camino de tierra que conduce hasta el sanatorio se encuentran dos abetos gigantescos. En ellos, justo entre esos dos árboles, cuentan los testigos que se aparecía el fantasma de Berta y en otras ocasiones los espíritus de dos siniestros perros, uno de ellos negro y de raza Rottweiler. El sanatorio se encuentra en un sitio de difícil acceso, en mitad de plena sierra granadina. Muchos senderistas, montañistas e investigadores, aun llevando años recorriendo la zona, tienen verdaderos problemas para localizarlo, perdiéndose en innumerables ocasiones.

Los dos abetos donde se han visionado espectros de una señora de blanco y dos perros.

Anochecer en el sanatorio
    Según diversos testigos, en este enclave, lo paranormal se manifiesta de manera rotunda: oscurecer en plena luz del día, bajadas bruscas de temperatura incluso en verano, aparatos eléctricos que dejan de funcionar,  malestar acentuado en la gente que se adentra en el interior del sanatorio, espectros de mujeres vestidas de blanco, rostros de niños, perros en la oscuridad...

    Uno de los testimonios más valiosos es el de Agustín Marañes Morilla. Él estuvo allí ingresado cuando tenía 17 años por una pleuritis que por fortuna consiguió vencer y sanarse. Allí vivió varios meses y conoció personalmente a las personas cuyas almas todo indica que se aparecen entre las ruinas del viejo sanatorio.
"No hay duda, si se aparece una mujer de blanco, es la que fue última directora del sanatorio, doña Elena, una mujer encantadora, que siempre me trató con cariño a mí y a todos los que estaban allí".


Agustín  Marañes no tiene duda, los espectros coinciden con la gente que él conoció.

Según Agustín, "todo coincide con la época que yo estuve ingresado allí. Cuando leí que los testigos hablaban de una mujer, un niño, unos perros y un sacerdote, mi mente se trasladó automáticamente a aquel tiempo. No tengo ninguna duda". Agustín  recuerda perfectamente  al sacerdote "era muy alto, tal y como indican los testigos" y a los dos perros que numerosas personas afirman haber visto allí, "A uno lo llamaban 'Esparramáo', porque había nacido con una atrofia en las patas traseras y se movía arrastrando toda la parte de atrás de su cuerpo. Y el otro era 'Caricarcusa', no sé de donde sacaron ese nombre, pero estoy seguro de que son los que describen los testigos. No tengo ni la más mínima duda". Sobre la aparición de un niño también lo tiene claro: "Es el hijo de doña Elena. Era época de guerra civil española, desapareció, y nunca lo encontraron, ni en las listas de muertos ni de desaparecidos".

Exterior del sanatorio.
    Adentrarse en las ruinas del sanatorio de la Alfaguara provoca una extraña sensación. El lugar está completamente abandonado. Aún queda en pie la nave principal, junto al gran porche del sanatorio. Las vigas de madera están caídas entre los escombros. La vegetación ha cubierto lo que en su día fue una explanada con maravillosas vistas al bosque con Sierra Nevada de fondo. Un rato en silencio, entre los cascotes, provocan sensaciones enfrentadas, paz y miedo...




 Para finalizar, os mostramos unas imágenes tomadas por el investigador Rafael Reyes, en las cueles se pueden apreciar espectros de lo que parecen ser enfermera y/o mujeres vestidas de blanco: